Y su amigo replicó: "Más, ¿qué me dices del político y el sacerdote y el científico que llegan a estas cosa y pueblan el aire con sus ruidosos y arrítmicos sonidos?
Y su compañero le dijo: “Muy bien estoy de acuerdo: Veamos qué nos trae después tu generoso corazón”. Aquella noche los sapos callaron y permanecieron en silenciosos, la noche siguiente y nuevamente la tercera noche. Y, aunque difícil de relatar, la mujer charlatana que vivía en la casa junto al lago bajó para el desayuno al tercer día y grito a su marido: “No he dormido estas tres noches. Me sentía segura durmiendo con el canto de los sapos en mis oídos. Pero algo debe haber sucedido. Pues, no han cantado por tres noches; y estoy medio loca por falta de sueño”.
El sapo oyó esto, y, volviéndose hacia su compañero, dijo guiñando un ojo: “Y nosotros casi enloquecemos por nuestro silencio, ¿no es cierto?” Y su compañero respondió: “Si el silencio de la noche pesaba para nosotros. Y ahora me doy cuenta de que no es necesario cesar nuestro canto por la comodidad de aquellos que necesitan llenar su vacio con ruidos”.
Y aquella noche la luna no reclamó vanamente sus ritmos ni las estrellas sus rimas.
Autor: Gigran Khali Gibran
Cuento extraído del Vagabundo
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